domingo, 6 de julio de 2008

Y Sin embargo Se Mueve!

!Nos movemos! Y como gran descubrimiento lo prevengo. Es posible que al volver a mi cuarto no encuentre la cama donde la dejé y los 'tiliches' dispuestos de algún otro modo que como los recuerdo: Sin orden claro más todos y cada uno de ellos en 'su lugar'. Es posible (también lo advierto) que la cama o la silla de mi cuarto estén justo donde deben de estar. Tal vez sea necesario que alguien venga y las coloque de modo diferente para así darme cuenta de que existen. Tal vez es también necesario que nosotros, al igual que las cosas, alguna fuerza superior nos mantenga siempre en movimiento al punto de estar en todas partes menos en donde mejor podemos estar; y lograr así que los demás nos noten en su andar (que también se mueven). Ayer decidí olvidar mi teléfono celular y no traerlo conmigo. Siendo honesto, es posible que en un inicio lo olvidé por puro descuido y al percatarme del habitual 'algo se me olvida' ya andando sobre la calle, experimenté la sensación extraña de quedarme sin un brazo. Luego muy seguramente tuve la habitual flojera con todo el peso de las cuatro de la tarde y decidí que no regresaría a buscarlo y me atrevería a andar por el mundo 'incomunicado'. Al principio fue todo un caos. Lo eché de menos a la media hora cuando sentí la necesidad de cerciorarme de haberlo dejado donde le creía olvidado (y no en otro lugar) y me hizo falta mi mismo celular para preguntar a quien me contestó en la casa que si de casualidad lo había visto. Una hora después mientras estaba en la casa de cambio, me volvió a hacer falta su calculadora para saber exactamente cuántos dólares, con todo y centavos, me alcanzaba a comprar con 'x' cantidad de pesos. Debí hacer uso de las matemáticas que aprendí en primaria y solté una carcajada cuando recordé que los números 'se prestan' y 'se llevan uno' al dígito a la izquierda. Más tarde, me vi en la necesidad de ir a la casa de mi amigo; en vez de llamarle lo cual hubiese sido más conveniente por la prisa que traía. Traté pues en persona lo referente a la compra de unas botellas de whisky. El sí tenía su teléfono y así pudo comunicarse con el fulano que lleva las botellas hasta la puerta de donde tú como comprador quieras. Por el resto de la tarde no volví a acordarme de que me faltaba el brazo; hasta que entrada la noche debí anotar un número de teléfono y visto en la necesidad, tuve que hacer uso de uno de esos instrumentos en forma de cilíndrica y con punta en uno de los costados, por donde una pequeña bolita giratoria chorrea tinta, tinta que se encuentra contenida un tubito en el interior del cilindro. Y así pasó la noche...y la enorme herida cicatrizó hasta ya no sentir que me faltaba el brazo. Vimos la tele en tu casa hasta las dos de la mañana. Fue justo cuando me despedí de ti y caminaba por la banqueta cuando escuché tu inconfundible voz me pedía que le hablara al llegar a mi casa. -!Y el brazo de pronto me volvió a hacer falta!- más ya para entonces había logrado arreglármelas y salir lo suficientemente bien librado; así que ahora la sensación de carencia fue mas de costumbre que de necesidad. Al llegar a la casa simplemente me olvidé y no telefoneé de vuelta como se me había pedido. Muchas veces si un teléfono suena es señal de que estamos en todas partes, moviéndonos, y no donde realmente necesitamos estar. Antes no había celulares y al salir de sus casas la gente no tenía la sensación de haberlos olvidado. Tal vez olvidaban otras cosas que en la actualidad ya no son necesarias. Y que es lo que le es necesario al hombre si lleva miles de años buscándolo y sigue enfrentando el día con la impresión de que ha olvidado 'algo'? Me atrevo a decir que si pasáramos más el tiempo en el lugar que debemos estar y dejamos de movernos como hormigas asustadas hacia ninguna parte, podremos empezar a disfrutar más la vida con la certeza de encontrarnos en el sitio correcto. Por mi parte yo ayer recordé mis clases de matemáticas básicas, visité a mi amigo, utilicé un bolígrafo convencional y pasé una tarde tranquila sin sentir que el tiempo corría tan de prisa. Ahora es otro día. Un día diferente al de ayer que me recibe con una mañana tibia y siete llamadas perdidas. - FR -

viernes, 4 de julio de 2008

Papeles. Cuentos. Novelas. Poesías. Diarios. Cartas. Papeles. Laberintos de papel. Papeles siempre a cuestas. Garabatos de tinta en el viaje, en el despacho, en la casa familiar, mientras los niños corren por el jardín. Papeles junto a la mesilla de noche, al lado de la taza de café, en el dormitorio o en la cocina.
Papeles inacabados, siempre inacabados. Los escritores nunca están satisfechos, siempre en el camino, mirando el mundo entre visillos, cargando con el peso de cien años de soledad.
Mañanas, largas tardes, noches en vela. Días enteros en las ramas. Entre la vigilia y el sueño.
Obsesionados. Felices o desgraciados, pero siempre obsesionados por captar con palabras aquello que ven, que miran, que sueñan. Como si un Dios les hubiera dotado con la virtud dañina del desasosiego, o un hada les hubiera concedido el deseo temible de no ser uno, sino varios, de luchar siempre contra sus muchos. Todos distintos y todos iguales.
Sólo entienden el mundo si lo escriben. Sólo si inventan la realidad la comprenden.
Esos laberintos de papel que viven más allá de ellos, tienden puentes entre padres e hijos, recrean un continente de palabras que, poco a poco, dibuja el rostro de la literatura. «Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo —dice Borges—. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara». Así, todos los escritores, con sus vidas, con sus frustraciones, sus alegrías y sus espantos, han construido un rostro, un mapa de los deseos.

Ana Ayuso
-El Oficio de Escritor-

Un libro es una arma cargada en la casa de al lado. ¡Quémalo! !Quita el proyectil del arma!
(Un libro) domina la mente del hombre ¿Quien sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?

Ray Bradbury (escritor Estadounidense)
-Fahrenheit 451-