Una vocecita de esas que tienen voz de arrullo con acento claro y dicción pausada, me llamó el otro día, susurrando quedamente a mi oído distraído: “socarrón”.
La realidad de las cosas es que me han colgado toda clase de adjetivos y éste último no me sorprende, ni mucho menos me ofende; a su pesar de su pronunciación ruidosa, dudosa procedencia, paladar dolorido y etimología complicada.
Ya con la duda acuestas, pregunté por calles y a través de las ventanas de las casas puestas a los lados, sin que nadie proporcionara la adecuada y final respuesta. Sin conseguir un buen traductor (porque para casos como éste vaya que sí lo necesito); pregunté después de una larga caminata a una viejecita que vendía semillas recién tostadas frente a la catedral; pues asumí que por su edad conocería unas mil y un palabras más que yo; y sin duda el significado de ésta que tanto me inquietaba.
- Un socarrón no se come, - me dijo.- Es un burlón sin dinero y poco efectivo en los bolsillos.
Yo de mi me burlo cada vez que el humo del cigarro me maquilla y contamina mis pulmones. Me río frente al espejo al constatar que los años pasan y me encuentro diferente que cuando era feliz, y sobre todo, una carcajada silenciosa se me escapa cuando descubro que son otras cosas menos importantes las que de pronto más me inquietan.
- Irónico.- Me dijo el que me boleaba los zapatos. Prometo que ya ni pensaba preguntarle; ¡de verdad! pero su frente amplia y tez tan clara como el carbón me sugirieron continuar con mi estudio de campo. Creo y hubiese sido mejor no hacerlo; su respuesta espontánea venida a mi en su voz aguardentosa y disonante me sugirió de pronto que sabía mas de la gente por conocer a la gente a través de sus zapatos, incluso más que la viejecita que traía encima todos los años justos de que se fundara la catedral.
Ya de paso, con la conciencia sucia y los zapatos eso si muy limpios y brillosos, creí encontrar la respuesta dentro de un diccionario que tomé prestado de una de las repisas de la librería de la esquina.
Socarrón.- Que obra con socarronería.
¡Gran fiasco! ¿Qué no se supone que el Gran Diccionario de la Lengua Española sostiene en su lomo todas las palabras inventadas que nos heredaron los hombres barbados desde antaño?
Ya con las ideas volátiles hice lo más astuto que alguien en mi lugar hubiera hecho en un problema similar: Busqué el significado de “Socarronería”. Para mi ya esperada sorpresa me encontré el siguiente texto: - “De socarrón”.
Ya con las manos vacías y con el pesimismo contrariado entre tristeza y alegría; decidí juntar a la “ironía” que se “burla” de sí misma y sentarlas a la mesa para que terminaran de limar sus asperezas y finalmente ponerlas de acuerdo; con el objetivo claro de que pudieran explicarme que es lo que yo mismo era. Y ya después de invitarles un café y un pan de dulce a cada una (creo que la “ironía” pidió su café con bastante leche que parecía avena y estaba frío por demás; irónico, ¿no?); decidieron convocar a la “astucia” como mediadora en su argumento y después de unas tres horas me llamaron a su mesa para comunicarme el veredicto:
- ¡Socarrón! Me dijeron las tres juntas y al unísono. – Es todo aquel que actúa con astucia y disimulo acompañados de una burla encubierta.
lunes, 15 de diciembre de 2008
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