
caminando, pastando,
salpicando la tierra con sudor y sangre
olor a sol y cielo,
y lirios del campo
escoltando mis huellas.
Aunque compartiendo vayas
humedad y piernas,
y lo que hay en medio de tus piernas;
regalando contigo
besos y lengua,
y aquello que existe en medio de tu lengua.
¡Nos vamos!
sin compartir más
saleros,
ni luz sobre la mesa,
no hay quien siga ya pasos,
ni yo, ni el camino,
nos hemos vuelto más anchos.
El consuelo del hombre
viene de sus manos.
Las mías te quisieron,
nada más que lo mismo
de lo que te querrían ahora
¡trabajosas!
perdidas por tus venas.
Siendo éste el caso
da gusto tu partida.
Sumando vas
para tu haber caricias,
resultado lógico
de no esperar
siempre lo mismo.
Manos que hoy te escriben
no son las mismas que te tocan,
tampoco aquellas que te dibujan,
y otras lejanas, aún más,
las que te anhelan.
En suma,
el universo te quiere,
justo ahora,
con todos sus puños
de mil brazos,
dos mil manos
diez mil uñas.
Y yo…
yo te quiero
¡…nada más que lo mismo!
con la escueta y llana parte,
que a mí toca.