jueves, 27 de noviembre de 2008

Un Soleado Dia de Febrero

Me he fijado que cuando te digo algo son más bien tus ojos los que me escuchan, pues fijos en mí dan la pauta para que yo te continúe narrando. Tus oídos, en cambio, apuntan hacia todas partes menos al frente donde ante tu paso me sostengo. Luego sonriendo, como si hubiera contado un chascarrillo cuya gracia permaneciera intacta dentro de ti, das paso al denso caudal de preceptos que he venido guardando.
Me paseo por la rivera seca llena de rocas y arena y tiempo; y de pronto cuando menos lo espero, cambio a la montaña de pinos y frescos. Voy y vengo, traigo y llevo, de habladas, de cuentos y rizados vientos.
¿Conté aquella vez en que vi a un hombre sin cuello?
Testigos fuimos Jerry (el que limpiaba la piscina y reparaba descompuestos del departamento; ¿Recuerdas?) y yo; cuando el hombre sin cuello apareció ante nuestra mirada estupefacta.
Resulta que estábamos fumando, Jerry y yo, yo en el último escalón de la escalera frente al departamento; y Jerry, por su parte, recargado sobre el marco de la puerta del baño de la piscina.
- Hey Jerry!
- Hey there! – me respondía.
Y fumamos. Más tarde…otro cigarro, yo ahí en lo alto parado sobre el último escalón de la escalera recargado sobre la baranda y Jerry abajo, a unos seis metros y cerca de la alberca.
- Hey Jerry!
- Hey there! – me respondía.
- It has been raining the whole month non stop, but today in the afternoon we got a clear sky and sunny light. That’s weird, isn’t it?
- There you go! – contestó.- I had almost forgotten how dry soil and rocks look like!
- (Me río. A que pinche Jerry tan ocurrente).
Y pues en eso estamos; como muchas tardes cuando estaba en el exilio auto infringido; yo fumando desde lo alto y Jerry también fumando en la parte de abajo, entre la alberca y el baño; cuando de pronto el tipo sin cuello, pausadamente y a paso sigiloso, se mostró por el corredor entre la alberca y mi departamento. A mi me dió hipo, y todavía es hora que cada ves que fumo de frente a la osa mayor empiezo a tener una serie de pequeñas contracciones en la garganta cada vez que suelto el humo.
Jerry, por su parte, lo siguió con la mirada atónita hasta que el pequeño hombrecillo desapareció tras los arbustos.
Con la mirada incrédula y un tanto mas pálido de lo usual, Jerry se quedó mirando, hacia arriba donde yo me encontraba, como queriendo corroborar que no era él el único que había visto pasar a ése hombre con la cabeza pegada a la clavícula.
Tú sabes que jamás me he metido otra cosa que no sea alcohol o tabaco. Tal vez Jerry si guste de consumir otro tipo de sustancias, o en algún momento de su lejana juventud como todo buen gringo de la década de los 70’s alucinó con la paz y el amor en un viaje astral.
Acto seguido, como imitando uno al otro, tiramos cada quien la colilla de su cigarro al suelo y la apagamos con el pie.
- It’s been a wacky day! I mean, sunny in February? Come on! – Comentó Jerry
- I know! It’s been crazy. Respondí, y acto seguido afirmé diciendo – I mean!...I also felt the hot weather.
Jerry, como queriendo reponerse después de haber visto algo que no terminaba por creer; supongo que alcanzó a escuchar mi voz diciendo.
- If someday someone asks, I am your fellow witness!

jueves, 20 de noviembre de 2008

Sigues teniendo la mirada cálida y el acento pausado con el que me contabas las cosas hace tiempo. Tu semblante sigue intacto; con esa aureola que te envuelve y torna en mágicas las cosas que platicas. Ríes, cantas y dotas a cada gesto de pasión única desbordada.
Escucharte conversar me pasea por un bosque de jardines con flores de recuerdo y añoranza. Vas colmando de detalles los minutos visitados y engalanas con un roce las notas delicadas, que en tu boca adquieren las palabras pronunciadas.
Haces que de noche deseé que a la mañana se le olvide que en unas horas se levanta.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Nocturnales

Me recibió el día con la cama desacomodada, la guitarra de compañera recostada a mi costado y ocupando las dos mejores almohadas que tengo. Quizá pasamos ella y yo una velada encantadora, de copas de más y jugueteos románticos…pero de esto no me acuerdo, y pues como guardó silencio al sentir que me despertaba, me atreví a no tener que repetirle lo mucho que la quiero.
Para acabar de dejarme con la cabeza plana, la oscuridad del cuarto confundía las horas y pude sin temor a equivocarme, afirmar que eran todas las horas juntas del mismo día. Cubierto hasta el cuello con las sabanas color guinda, recobre un tanto mejor el sentido de la realidad y al intentar moverme, me sentí atrapado como pez en una gran red de cuerdas gruesas. Cuando finalmente pude girar, recostado todavía, la primera imagen de hoy fue el montón de libros en pilas, de colores y tamaños varios, acomodados unos sobre los demás e intentando todos juntos quebrantar la fortaleza de las patas de la mesa. Pensé por un momento que por leer tanto y diferentes cosas al mismo tiempo, es la causa de mi constante desatino en distinguir entre un autor de otro; o mejor aún, entre un lunes y un jueves; o pero aún, entre lo que te gusta de lo que no.
Todos los días se parecen, y como alguien escribiera alguna vez: “El rechinar de la tierra girando sobre su eje es el mismo invariablemente cada vez que da vuelta”.
Sabes que tenia planes para regalarte el día, esperaba si quieres que algo diferente pudiera sucedernos; pero tus planes y mis ideas no coincidieron en lo que le resto a la tarde. Se me ocurre pensar que te sucede lo mismo, y ya te haz dado cuenta que todos los días entre sí son iguales. Quisiera concluir, que de la noche aún no pienso lo mismo porque cada una es diferente a la otra. Cuando el sol se oculta y la inspiración me acosa, puedo sorprenderte parado bajo un farol de una calle pedregosa. De noche si digo, y hago, y rasgo, y siento…se me ocurre a mi favor declarar que si referencias de un servidor buscas, tal vez y solo tal vez, la guitarra en la forma de un delicado acorde a ti si te responda.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Silueta

La flama del encendedor se parece a el ala de un pato: Azul en su centro, y de forma alargada y esbelta que viene decorada en tonos sutiles y dorados.
Conforme la llama se extiende, su consistencia curveada y limpia dibuja la silueta encantadora y atractiva de quien está lista para consumirlo todo.
Tú silueta es semejante a la flama.

Secuencias de Afecto

Hoy llegué tarde como acostumbro, y mi casa estaba sola desde la banqueta hasta el techo. No había carro alguno estacionado en la cochera, ni en ninguna de las dos aceras contiguas a la esquina en la que vivo. Al bajar del auto, saludé a la vecina que a chorro de manguera barría sobre el cemento, y al verla sentí una especie de coraje, porque no lo sé de cierto más lo supongo, que para ella la presión de agua no es problema alguno en su casa.
Continué caminando y acto seguido abrí la reja y así la dejé. Con el nostálgico anhelo tal vez esperaba que alguien viniera a visitarme o ya de perdida a preguntarme si ya habíamos vendido la semana en Mazatlán del condominio que anunciamos en el periódico.
Lo primero que observé después de empujar la puerta principal, fue el color de lo solitario que se ha vuelto todo últimamente. Al abrir la puerta del refrigerador confirme lo caro que se ha vuelto todo y sobre todo últimamente.
…Y me quedó tiempo para pensar un rato, ahí, echado en el sillón y con el TV apagado. Sin dormir, cerré los ojos y me quité los zapatos sin ni siquiera fijarme si mis pies aún contaban cada uno con sus cinco respectivos dedos. Me sumergí en una especie de transe y de pronto a lo lejos, vinieron a mi las conversaciones que alguna vez se tuvieron en mi sala. Eran sus ecos de risas y voces los que sutilmente arrullaban mi estado, y recordé de pronto a mi hermano tiempo antes de que se casara para irse a vivir lejos. Luego, a mis otros hermanos los escuché corriendo con la pelota por toda la casa. También la voz de mi madre leyéndonos el Selecciones de “Readers Digest”; y a su vez claramente percibí el sonido del llavero de mi padre abriendo la puerta como cuando lo esperaba ansioso para darle un fuerte abrazo y recibir de él uno de esos chocolates americanos que acostumbraba traer a casa todos los viernes dentro de un sobre color manila tamaño oficio.
…Y pues en eso estaba, cuando de pronto el pinche perro comenzó a ladrar a madre en el patio!...Mientras yo viajaba acompañado de un cuarteto de cuerda el murmullo delicado de mis nostalgias y recuerdos; el muy listo no percibió otra cosa, más que mi presencia en la casa.
Con el fastidio cansado me puse de pie, y fue ahí donde el frío del piso me recordó que estaba descalzo y que todavía tenía dedos. Abrí esta vez la puerta que da hacia el árbol de siete metros que tenemos en el patio…y ahí estaba el güey (o el perro que para éste caso es el mismo sujeto) con sus orejas paradas y atentas y su cabeza ladeada.
Ni siquiera me dejó terminar de dar el segundo paso hacia fuera, cuando sus más de 25 kilos se abalanzaron contra mí para luego empezar a morderme la chamarra y lamerme con su enorme lengua los brazos y cara.
…Nunca he entendido porque me hace tanta fiesta cuando me ve llegar o escucha que estoy cerca de su perímetro auditivo. Comida tiene de sobra. Agua limpia en dos baldes y lo llevo a caminar tres veces por semana…Se me ocurre que el muy ingenuo ha de creer que allá en el mundo exterior del que vengo, de seres humanos pensantes y cuerdos, valoramos la lealtad y el afecto de la misma manera que él lo hace.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Vidas a un Tiempo

Me gusta como para que alguien como yo conozca un día a alguien como tú. Que se encuentren, de pronto y sin pensarlo mucho, en un lugar lleno de gente, que tome vino, y cerveza, y whisky con hielos… y el tiempo mío, y el tuyo, se vuelvan un solo tiempo de pronto.
Me gusta, como para dejar pasar unos días y que de pronto aparezca tu mirada que traspasa y tu sonrisa diáfana iluminando el recuadro.
Me gusta para que tu nombre se escuche por todas partes, y una noche de pronto y sin pensarlo mucho; robarte tu sueño, y tu postre, y tu whisky, y tu tiempo… Terminar las horas en un parque lleno de frío y abrazados a un tiempo que ya no sea tuyo, ni tampoco tiempo solamente mío.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Reflejo

Son las seis de la tarde con cincuenta y un minutos; en un viernes frío que nos regala la noche temprana del horario de invierno. Todavía estoy en la oficina terminando algunos pendientes; y esperando un correo que tal vez nunca llegue. Me tomé hace rato un café con sabor a lo guardado por mucho tiempo; pero es lo mejor que tenemos, en éste sitio tan apartado de todo, de la ciudad y de sus luces. Pude haber caminado como un kilómetro, en medio de la oscuridad del desierto, y cruzar la carretera hasta llegar al súper; donde probablemente tengan un café más fresco de unas cuatro horas y no de todo el día. Porque cuando escribo se me quita el hambre? Tal vez debería de escribir mas seguido para distraerme en otra cosa que no sea en el montón de pendientes que tengo en el trabajo. Voy a salir a ver las estrellas y a fumarme un cigarro. Tal vez la noche con sus estrellas a lo alto traigan para mí el reflejo de lo que piensas antes de que lo descubra por medio de tu voz, expresado en la forma de un lenguaje codificado.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El Nombre que esta sobre Todo nombre

Imprescindible es creer. Que fin tiene el hombre si en nada cree?
Saber de la existencia de "algo" más, que supere toda expectativa conocida en este mundo de ir y venir, presurosos, cansados y siempre inquietos. Si bien decía Hamlet en su eterna pregunta:
"Ser o no ser, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal".
Por mi parte, yo he decidido creer en el amor de Dios y por concomitancia en su eterna existencia; misma que se manifiesta día a día en cada detalle de la vida, por mínimo que éste resulte. Creo que lo que le falta al mundo es temor de Dios. Si realmente le temiéramos, obedeceriamos con un celo abnegado...nos amaríamos todos sin necesidad de inventar tanta regla a causa de la falta de empatía entre los hombres y el dolor que todo esto causa. Ahora también y mentras sorbo el café recuerdo, la carta de Saulo de Tarso a la comunidad de Filipo: "Y se humilló a sí mismo (Jesús), obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos (es decir; que incluso el que no creyó también habrá de postrarse), y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre".

Conjunciones sin Vocales

A veces se siente raro cuando alguien más toca la guitarra y no son mis manos las que se sueltan bailando y trazando figuras extrañas sobre el diapasón de madera. Que alguien más lo haga me da tiempo de poder percibir como se escucha la inspiración de otros cantada en voces que hasta antes de ese momento no conocía, y así enfocarme un tanto mejor en el sentimiento propio y mucho menos en seguir el tono adecuado, la figura de la voz precisa y poner los acordes correctos. A veces se siente raro cuando a tu amigo, el que canta, le piden canciones que tu sí te sabes y quisieras arrebatarle la guitarra en el transe recurrente y constatar que las seis cuerdas de nylon suenan exactamente igual que las que tu tienes en casa. Es agradable ver como los corazones se despiertan, y las miradas se pierden, buscando algo que no encuentran en el suelo mientras sus labios cantan llenándose de entusiasmo y de palabras por alguien mas pensadas. Ver como la música descubre los verdaderos rostros y deshace dentro del baúl del olvido las facciones dibujadas, borradas, aparentadas. Y es entonces cuando todos los presentes invocan al unísono amores ausentes, amigos lejanos y momentos pasados; donde todo se agita y se mezcla; y el tiempo no pasa; y la mezcla heterogénea alcanza dimensiones únicas!...Y es justo en éste vértice donde ya no hay retorno y se puede afirmar que tanto el que canta y el que observa es invariablemente el mismo...uno o el otro.

martes, 4 de noviembre de 2008

Dias de Recuerdo

Por alguna extraña razón el agua despertó hoy paralizada. Al abrir la llave de la regadera con la firme determinación de que el vital líquido me cubriera las ideas; curiosamente en su vez y de dentro de la tubería solo salió el rechinar oxidado que produce el vacío enclaustrado. No me sorprendí, de pronto a semejante hora por la mañana es difícil que algo me sorprenda. No obstante, cuando el ruido terminó de esparcirse hacia todas partes y perderse en la lejanía, un pequeño pico color marrón se asomó por la obscura circunferencia. Poco a poco y ante mi mirada somnolienta fue apareciendo una gran ave. Fue mostrando su colosal plumaje, una a una, con todas sus alas viniendo a chorros. Cuando terminó de descubrir ante mis ojos la majestuosidad de su figura; se posó sobre mi hombro encajándome en la piel desnuda y seca sus afiladas garras. Somnoliento aún y contemplando las cosas con esa mirada difusa que produce la luz del día que comienza, fue apretándome hacia sí con una fuerza brutal. Transcurrieron así algunos minutos ante mi pasividad involuntaria. Tampoco me tomó por sorpresa (pues ya lo esperaba) cuando sus uñas se afianzaron aún más profundo hasta romperme un hueso, y de pronto sin mayor aviso que una sacudida violenta que surtió en mi la sensación real de estar cayendo en peso hacia el cielo, el enorme águila emprendió el vuelo, y sujetándome aún con suficiente fuerza me paseó por lo alto exhibiéndome como a su presa.