viernes, 22 de enero de 2010

Del Latin - Nox, Noctis

"En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces".

-Gabriel García Márquez-



Salí a fumar de noche. El viento sobre los árboles acariciando las viejas hojas envuelve el espacio con sus brazos omnipresentes. El cantar alado de los grillos va ensordeciendo el ruido de motores presurosos. Autos que huyen despavoridos sobre la carretera triste conduciéndolos entre la sombra a lugares mejores, lejos de esta niebla, ambientada con canciones de ventosas precipitadas.

La noche es fresca. Doy tres sorbos abundantes y el líquido en mi boca la embriaga, la extasía, la consuela. Levanto los ojos y contemplo el destellar alumbrado que se extiende en el horizonte, una lámpara tras otra, encadenadas todas entre sí y perfiladas juntas hacia el mismo destino.

Mi cigarro es fuego vivo. Con su ardiente aliento consume lo mismo el papel y el tabaco, y los dispersa en un solo humo perfumando las plantas y las piedras. Lentamente se colman de nostalgia las escasas estrellas, las ranas croan, los vecinos duermen y los peldaños de la escalera descansan recostados, uno sobre el otro, la necesaria siesta. Soy tan solo un extraño de pie bajo el marco de una puerta ajena que nunca se abre y tampoco termina por cerrarse.

Concibo desde mi lugar la obscuridad celeste transcurriendo parsimoniosa y ajena. La noche no ha de necesitarme para ser noche, y al percatarme de lo superfluo que resulto a todo esto, emprendo calmosamente mis pasos de regreso. Dentro de la casa el vaso y el plato, la mesa llena papeles, los espejos y mis almohadas flotando sobre la laguna de mi cama, se encuentran a un solo grito clamando por mi presencia; y encontrar así, su propio sentido.

Adentrándome a éste mundo que he construido para mí, arrojo a lo lejos el disminuido cigarrillo y se lo regalo a la noche para que fume de él su último aliento. Recuesto mi cara sobre la sabana aún tibia de ti y por un instante recuerdo el espacio que contiene las entrelazadas parábolas que forman tu cuerpo.

Sí de recordar se trata, prefiero imaginarte perpetuamente recostada sobre aquellas diminutas piedrecitas puntiagudas y filosas. No sé como habrán llegado hasta ahí, al techo de tú casa, donde una noche como la de ahora contemplamos juntos y desde lo alto las luces de aquella ciudad que invariablemente siempre fue nuestra.

Se apaga ahora el cuarto y continúo recostado, pulsando con precisión las letras sobre mí maquina de escribir ya aprendidas de memoria. El ruido sofocado de las teclas pegando duramente sobre el rodillo, una tras otra, comienzan a dibujarte al tacto y en silencio, mecanografiándote con exactitud en la obscuridad que ya todo lo cubre.

Tal vez al final, después de leer conclusa la escritura de mi vida, me resulte necesario verte para poder guiarme y que, al igual que sucede con la ubicación exacta de cada una de las letras sobre el teclado, me deleite por la noche recorrerte, en la penumbra y con mis dedos…aunque también a ti te sepa, toda tú, ya de memoria..